En los años escolares los niños y jóvenes son muy vulnerables a su entorno. La escuela se vuelve una pieza clave en su vida y en su desarrollo. Muchos de ellos pasan más tiempo en la escuela que lo hacen en casa y sus compañeros y profesores pueden llegar a convertirse en una segunda familia para ellos. Estudios realizados por Noriega, G., Angulo, B., & Angulo, G. (2015)[1] han demostrado que después de la familia, la escuela es un ambiente clave, fundamental para que los niños adquieran las competencias necesarias para salir adelante gracias su capacidad para sobreponerse a la adversidad.
Es importante recordar que en la escuela los alumnos no solo aprenden teoría, sino que están aprendiendo a resolver problemas, tanto teóricos como de vida. Ahí se van descubriendo en relación a otros, conociendo sus formas de interactuar, eligen a sus amistades y aprenden a lidiar con sus emociones y reacciones al fracaso así como a interactuar con el sexo opuesto. Un alto porcentaje de las interacciones sociales en la escuela se producen entre profesores y alumnos.
Sousa, D., Tomlinson, C. (2018) afirman que un maestro puede influir en la vida de sus alumnos en los años venideros y la presencia de un adulto carismático en la vida de un niño puede ayudarlo a desarrollar resiliencia, una persona con la que pueden identificarse y obtener fuerza [2]. Pequeñas acciones del maestro hacia sus alumnos como saludarlos cada mañana, hablar con ellos de manera informal en el receso o los pasillos, compartir gustos, preguntar sobre su día, su familia, etc. pueden tener un impacto de por vida.
El docente es el responsable del aula, misma que debe ser un espacio seguro para lograr un aprendizaje exitoso en niños y jóvenes. Los estudiantes deben sentirse física y emocionalmente seguros antes de poder enfocarse en el plan de estudios[3] Por otra parte, si un estudiante no está aprendiendo, el maestro debe poder apoyarlo conociendo a su alumno, su situación y revisar si en un primer momento puede ayudarlo de manera directa con ejercicios distintos, mayor tiempo, alguna asesoría y si esto no fuese suficiente vincularlo con las autoridades escolares para que pueda recibir mayor ayuda.
Hay que considerar que si un maestro cree que ciertos estudiantes son perezosos o desmotivados o que el grupo que le tocó es un grupo difícil, esa mentalidad negativa llevará al maestro a responder a estos estudiantes con molestia y se genera lo que Díaz-Barriga. F. y Hernández, G. (1997) denominan Profesía Autocumplidora la cual significa que lo que el docente piense acerca de sus alumnos muy probablemente se corrobore en el aula (ej. flojera, mal grupo, inquietos, retadores, etc.). Esto también puede resultar de forma positiva si el maestro cree en sus alumnos, confía en sus capacidades, cree en ellos. Esta respuesta prepara el escenario para un ambiente de aprendizaje ya sea negativo o positivo alterando el estado emocional del estudiante para bien o para mal.
Para que estas interacciones sean efectivas, los profesores deben ser empáticos e intentar percibir el mundo a través de los ojos de sus alumnos. Sousa, D. y Tomlinson, C. (2018)[4] han corroborado que los estudiantes que tienen relaciones afectivas con sus maestros tienen un mejor rendimiento académico que los estudiantes que no y aquellos que sienten que su voz se escucha tienden a trabajar cooperativamente y están más motivados para enfrentar sus desafíos académicos.
El maestro en muchas ocasiones se vuelve el amigo, el confidente o incluso la figura de autoridad y modelo a seguir para muchos niños y jóvenes. La interacción en el aula va más allá que la transmisión de contenidos. En ocasiones logra transformar vidas y proveer a los estudiantes de un lugar seguro donde desarrollar habilidades y creer en sí mismos.
Referencia: Díaz-Barriga, F., Hernández, G. (1997). Estrategias Docentes para un Aprendizaje Significativo. 2da Edición. Mc Graw Hill: México
Noriega, G., Angulo, B., & Angulo, G. (2015). La resiliencia en la educación, la escuela y la vida. Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. Número 58. Recuperado de http://ri.ujat.mx/handle/20.500.12107/2648.
Sousa, D., Tomlinson, C. (2018). Differentiation and the brain. How Neuroscience supports the learner-friendly classroom. Second edition. Solution Tree: United States of America.
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