Como padres de niños pequeños es natural tomar las riendas por completo de sus actividades, necesidades y llevarlos y traerlos con nosotros a todas partes. Conforme van creciendo y van teniendo más autonomía poco a poco se van diferenciando de nosotros y buscan conquistar su independencia. Hay edades madurativas en las que los adultos debemos ser guías y tomar las riendas de las decisiones con la finalidad de salvaguardarlos y protegerlos del mundo.  Sin embargo es necesario ir prestando atención a la cantidad de libertad que damos a nuestros hijos.

Como adultos tenemos la responsabilidad total de determinar si los niños y jóvenes están tomando decisiones inteligentes. Variará mucho este criterio dependiendo del niño y sus circunstancias muy particulares. Es una línea fina la que separa el libertinaje y la dictadura, ambos extremos son igualmente dañinos, por una parte dejar que elijan todo lo que quieran o no establecer límites puede llevarlos a desarrollar hábitos malsanos que impactarán su vida negativamente. Por otro lado resolver todo y decidir por ellos puede generar adolescentes (y adultos) incapaces de decidir y depender emocionalmente de sus padres.

En lo que respecta a los niños pequeños se les puede ayudar a ir tomando pequeñas decisiones mismas que les permitan ir formando sus gustos, criterio y libertad de toma de decisión. Por ejemplo, a un niño pequeño se le puede preguntar qué quiere ponerse ese día para ir al festejo de su tía. No se le puede dar absoluta libertad dejándolo escoger lo que le venga en gana de su closet (seguramente elegiría el disfraz de superhéroe, poco apropiado para la ocasión). Sin embargo si nosotros armamos dos conjuntos distintos de ropa y le damos a elegir entre esas dos opciones le estamos permitiendo elegir dentro de un contexto contenido y dirigido por nosotros. Lo mismo va para los alimentos o para algunas actividades recreativas. A los pequeños podemos darles a elegir entre las posibles opciones que hayamos delimitado nosotros previamente.

Para los niños en edad escolar es necesario dialogar con ellos, estar atentos a cómo se sienten y hacerlos partícipes en decisiones familiares como lo son el elegir el lugar para vacacionar. Al igual que con los niños pequeños, podemos limitar el número de opciones, sin embargo es importante escucharlos respecto a qué les gusta, qué no, qué prefieren, etc. Por ejemplo respecto a escoger una actividad extra escolar podemos platicar con ellos sobre diferentes opciones posibles y darles la libertad de elegir la más atractiva para ellos. Por otro lado, volviendo al tema de la vestimenta y al ejemplo de la fiesta de la tía, se le puede dar a la niña la libertad de seleccionar su atuendo explicándole que es una fiesta formal y que debe elegir entre los vestidos de fiesta que tiene, el adorno para su cabello y sus zapatos y que además deberá consultar con su madre y hacer los ajustes necesarios.

Conforme entran a la adolescencia, los límites deben quedar muy claros sobre el tipo de comportamientos que se les permite y cuáles no, debemos especificar las normas sociales y las expectativas familiares además de dejarlos resolver problemas por sí mismos clarificando que en cualquier momento podemos ayudarles. Los adolescentes que desde pequeños tienen voz y voto en su familia, se les van dando libertades de acuerdo a su edad y han hecho varias elecciones en distintos temas durante su crecimiento son jóvenes más seguros de ellos mismos y con mayor capacidad de reflexión.

¿Cuáles son las consecuencias de sobreproteger o querer controlar nosotros todo?

Cuando esto sucede tenemos niños pequeños ansiosos y dependientes, a la espera de que nosotros hagamos las cosas por ellos y con dificultad para desarrollar relaciones con otras personas. Criamos niños en edad escolar que no tienen capacidad de autocrítica y no asumen responsabilidades porque todo se les ha dado o se les ha hecho, por lo que ellos no han tenido que tomar ninguna decisión. En la adolescencia se agrava todo cuando a los 17 o 18 años se les pide que elijan qué quieren estudiar, situación que impacta enormemente su proyecto de vida y les genera ansiedad y estrés a niveles muy elevados. ¿Cómo va a ser posible que el joven pueda realizar semejante tarea cuando es la primera vez que se le pide que decida algo en su vida?

A todo padre nos angustia pensar que se equivoquen, que la pasen mal, que sufran consecuencias, sin embargo la realidad es que solo así se aprende y se madura. Si queremos que nuestros hijos sean hombres y mujeres de bien debemos ir soltando poco a poco, de acuerdo a su edad. Ellos serán nuestros mejores guías, por lo que hay que observarlos, escucharlos, preguntarles cómo se sienten, qué quieren y si necesitan ayuda o no. Si llevamos a cabo esto podremos tener más tranquilidad al saber que estamos apoyando, orientando y conteniendo a nuestros hijos conforme lo necesitan, situación que ayudará a crear hijos independientes y sanos tanto física como mentalmente.

 

Referencia:

Amos, M. (2018). Become a better parent. Edición Kindle:https://leer.amazon.com.mx/?asin=B07KFPR16N

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