Es una realidad que los “tiempos de ahora” no son como los de antes. La vida avanza, la cultura se modifica y el mundo se acelera y obliga a cambiar la manera en la que se interactúa. Los avances tecnológicos por ejemplo, han abierto un sin fin de posibilidades y han transformado la manera en la que las personas se relacionan. En la sociedad, estructuras como la familia han tenido cambios también. Existen nuevos modelos de familia, la cantidad de hijos se ha reducido, los horarios, costumbres y maneras de relacionarse también han experimentado modificaciones. Parte de los cambios en cualquier contexto llevan de alguna manera a la adaptación al entorno en base a las necesidades existentes. Mientras algunos de ellos generan beneficios, otros tantos pueden no hacerlo. Se viven en la actualidad para muchas familias, diferencias  importantes  en la relación entre padres e hijos, situación que está llevando a generar consecuencias no favorables tanto para los niños como para la sociedad en general.

¿Cuál es la realidad actual en torno a este escenario? El modelo de familia donde mamá se quedaba a cargo de los hijos en casa y papá salía a trabajar para proveer el sustento familiar cada vez es más escaso. Ambos padres se están teniendo que hacer cargo de traer a casa los recursos para subsistir, lo cual ocasiona que estén inmersos en jornadas laborales que usualmente conllevan estar ausentes de casa durante prácticamente todo el día. Se ha reducido el tiempo de convivencia en familia, cada vez resulta más complicado coincidir a la hora de comer, compartir lo vivido durante el día, incluso tomar vacaciones juntos.  Esta realidad puede generar sentimientos de culpa en los padres por no poder “estar ahí” o convivir más con los hijos. Al no poder estar presentes se dificultan acciones tales como establecer límites, supervisarlos, compartir, se busca saturarlos de actividades extra escolares para ocupar el tiempo y que no se queden solos en casa, o, por el contrario, la televisión y el internet se convierten en las nuevas niñeras ya que es peligroso salir a jugar a la calle.  Irónicamente viven en soledad, dolor y abandono en un mundo intercomunicado y globalizado.

Ante los temores percibidos acerca del mundo actual también muchos adultos han optado por buscar resolverles los problemas a los niños de tal forma que no sufran. Evitan ponerles límites para que no se traumen y se busca ser amigos de los hijos antes que autoridad por miedo a perder su amor, endosando su responsabilidad de crianza a las escuelas o a otros adultos que forman parte de la vida de los niños.  Esto complica el establecimiento de límites, aplicación de consecuencias y el poder decirles “NO” cuando resulta necesario. En ocasiones se busca compensar la falta de atención y tiempo con cosas materiales o permisos y se busca que los niños estén lo más contentos o entretenidos posibles todo el tiempo.

Consecuencias de este entorno son niños con poca tolerancia a la frustración, permanentemente aburridos con necesidad de “conectarse” digitalmente. Pérdida de la capacidad de solución de problemas, poca o nula colaboración en las tareas del hogar, poca autoconciencia y conciencia del entorno. En la cultura de la inmediatez ya no hay paciencia, constancia y ni esfuerzo.  Si bien esto no es una regla que aplique a todos los niños, desafortunadamente sí es un elevado porcentaje los que experimentan este tipo de escenario. Si desde casa no comienzan a trabajarse estos aspectos, con el amor y  paciencia que los padres pueden proveer, el futuro de los niños se vislumbra complicado, justo lo que paradójicamente los padres quieren prevenir.

Inmersos en la cultura de lo desechable, surge hoy más que nunca la necesidad de hacer conciencia en los niños sobre sus necesidades, las necesidades de su entorno, el buen uso de sus recursos materiales y trabajar con ellos su inteligencia emocional para permitirles resolver conflictos y tomar conciencia de sus acciones. Necesita retomarse la disciplina, ayudar a los niños a experimentar la satisfacción obtenida después de esforzarse en una tarea, dejarles sentir frustración, algo de sufrimiento, esto con la finalidad de valorar lo que tienen.

Problemas sociales actuales en México como la impunidad, la violencia, la trasgresión a las normas son consecuencia de lo transmitido (o no) desde el hogar. Si desde casa no se viven consecuencias, si ahí mismo se traiciona la confianza, si no se respetan los acuerdos, si no se toman turnos, se falta al respeto, entre otras cosas, fácilmente replicarán los niños estos comportamientos en la sociedad debido a que nunca experimentaron lo que son los límites. Desde casa se enseña a diferenciar lo que está bien de lo que está mal. Desde ahí puede hacerse de manera amorosa, si no,  la vida y las instituciones públicas eventualmente se encargarán de hacerlo sin consideración alguna por ellos.

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