Desde los años 80, la educación ha dado prioridad al rendimiento académico debido a que los sistemas educativos, por lo menos en occidente, ejercen presión en las escuelas para que éstas ayuden a los estudiantes a prepararse para la universidad. El énfasis en los programas educativos suele girar en torno al desarrollo y dominio de habilidades de lenguaje y las matemáticas, las cuales, aunque importantes, no necesariamente se facilitan a todas las personas. Esta presión ha ocasionado que muchas escuelas hayan aminorado o incluso llegado a dejar de lado el aprendizaje socioemocional, las artes y la educación física en sus planes y programas.

La exigencia hacia los alumnos por presentar pruebas estandarizadas, aprobar exámenes escritos y mantener un promedio para conservar su lugar en la institución educativa, son escenarios comunes a los que se enfrentan niños y jóvenes en la actualidad. Si a esto se suma la saturación de sus agendas extraescolares, el estrés y ansiedad que la tecnología puede generar, problemas económicos, familiares, sociales y ambientales estamos ante una realidad de niños y jóvenes agotados física y emocionalmente.

Investigadores de la Facultad de Psicología de la UNAM (2016) revelaron que 2 de cada 10 niños y jóvenes mexicanos presentan síntomas relacionados con el estrés y la depresión.[1] Es bien sabido que el estrés en pequeñas cantidades puede ser positivo ya que genera un sentido de urgencia necesario para realizar actividades cotidianas y los retos a los que se enfrenta la persona le ayudan a resolver problemas, crecer y madurar. Sin embargo cuando se experimenta un nivel de estrés no solo excesivo, sino prolongado especialmente en niños y adolescentes, las repercusiones son negativas tanto en el plano físico como el emocional.

De acuerdo con Iberlin, J. (2017) los niños entre los 8 y 12 años de edad se preocupan por tener éxito en la escuela, por situaciones familiares y financieras, por lograr adaptarse socialmente y llevarse bien con sus compañeros. Cuando presentan estrés pueden manifestar emociones negativas tales como el sentirse abrumados, fatigados, irritables, ansiosos y tener síntomas depresivos, poca tolerancia y  poca paciencia hacia otras personas en su entorno.

En niños en edad primaria niveles altos de estrés pueden manifestarse con conductas tales como tartamudear, tener poca capacidad para controlar sus emociones y por lo tanto llorar de manera excesiva, ser demasiado agresivos, experimentar cambios de humor de manera abrupta, presentar incontinencia o somatizar con dolores de estómago, cabeza o enfermarse con frecuencia.

Debido a la incapacidad de muchos niños para identificar y controlar sus emociones (situación propia de su edad) se corre el riesgo de que desarrollen comportamientos poco saludables como estrategias de afrontamiento. Algunos comportamientos de esta naturaleza son comer en exceso o dejar de comer lo suficiente, tener una pobre cantidad y calidad del sueño, usar la tecnología para hacer frente, como mirar televisión, usar internet, redes sociales de manera excesiva o aislarse y evitar relacionarse socialmente.

Como padres ¿qué debemos tener en cuenta para ayudar a nuestros hijos a que no se vivan con grandes cargas de estrés y exigencia? Cabe aclarar que se trata de situaciones donde el estrés interfiere y deteriora su estado de salud física y emocional:

  1. Conocer a nuestros hijos en relación a sus capacidades, habilidades y tiempos de trabajo. Debemos evitar hacer comparaciones entre hermanos y asumir que a todos les funcionarán las mismas cosas y la misma escuela por igual.
  2. Revisar que tu hijo y la escuela sean compatibles. El estilo de enseñanza, la configuración de los grupos, los valores, la currícula, la cantidad de tareas, el tipo de actividades que ofrece. No todas las escuelas son para todos los niños.
  3. Proporcionar rutinas en casa que le permitan tener suficiente tiempo para alimentarse, descansar, jugar y dormir.
  4. Establecer límites, horarios y responsabilidades en torno al uso de la tecnología y monitorear su uso.
  5. Evitar llenar cada minuto de su día con una actividad extra escolar, los niños y jóvenes también requieren descansar y divertirse.
  6. Realiza chequeos médicos programados (por ejemplo en verano), para revisar su estado de salud, visión, audición y desarrollo en general.
  7. Platica con ellos y escúchalos. Procura tener tiempo en la semana para conversar acerca de cómo van, cómo se sienten y evita juzgar o sermonear. Entre más escuches más podrás ayudarlos si lo requieren.

Resulta sencillo caer en la rutina y en el frenesí del día a día. Como padre de familia pregúntate cómo imaginas a tus hijos cuando sean grandes. Qué te gustaría para ellos y qué es importante para ustedes como familia. No olvides incluirlos en esta reflexión para juntos ir construyendo un proyecto de vida donde la escuela sea parte importante pero no el fin último para desarrollarse como individuos felices, productivos y sanos en esta sociedad.

 

Referencia:

¿Estrés y depresión infantil? 2 de cada 10 niños mexicanos la sufren. Entrepreneur en Español. 30 de Abril, 2018. Consultado el 9 de Febrero 2020 en: https://www.entrepreneur.com/article/312583

Iberlin, J. (2017). Cultivating Mindfulness in the Classroom. The classroom strategies series. Marzano Research: United States of America.

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