Todos llegamos a experimentar timidez en algún grado o en alguna etapa o momento de nuestra vida.  Funciona como instrumento natural de protección ya que permite observar el entorno antes de tomar una decisión y actuar.  Es más evidente con gente nueva o nuevos lugares, cuando las reglas no son claras o no las conocemos. En los niños aplican las mismas situaciones y se añaden aquellas donde son abordados por muchos adultos que no reconocen (ej. fiestas donde media familia llega a besuquearlos, agarrarles las mejillas, quieren cargarlos, etc.). Ante un repentino mundo de desconocidos es natural que los niños presenten resistencia, evadan la mirada, se escondan o incluso rompan en llanto.  Hay niños a quienes les cuesta separarse de sus padres en un evento social a pesar de alentarlos a ir a jugar con otros niños. Otros tantos les apena saludar a desconocidos o se sienten incómodos o nerviosos al asistir a lugares nuevos.  Las consecuencias aprendidas en la familia, la escuela y las experiencias culturales pueden ser las que producen timidez. Así mismo, vivir en áreas aisladas o ser educado en entornos restringidos que niegan el acceso a experiencias sociales diversas contribuyen al miedo a  lo desconocido.

Existen muchas causas por las cuales un niño puede presentar una conducta tímida, sin embargo hay que diferenciar entre ser tímido (como rasgo de personalidad) a comportarse de manera tímida (en un evento en particular). En los niños preescolares las características de timidez son las siguientes:

  • Son menos amigables (tienen menos amigos)
  • Evitan activamente a los demás
  • Son menos activos (se sientan y observan en vez de jugar)
  • Son menos seguros (dejan que las cosas sucedan, que los otros hagan)
  • Son menos independientes
  • No son líderes
  • Sonríen menos o no muestran entusiasmo
  • Se comportan mejor (para evitar problemas)
  • Les cuesta establecer contacto ocular
  • No suelen pedir ayuda

Antes de etiquetar a un niño como tímido hay que observarlo en diferentes situaciones y con distintas personas. Si solo ocurren este tipo de comportamientos en un escenario determinado habrá que revisar qué le está generando estrés, desconfianza, miedo, etc. Muchos niños simplemente requieren tiempo de adaptación a nuevos lugares y poco a poco van incrementando la confianza hasta lograr interactuar de manera natural en esos ambientes. Los tiempos de los adultos no siempre son los tiempos de los niños. En ocasiones los adultos pueden desesperarse porque el niño no se ha adaptado, porque no saluda, porque no quiere ir, etc.  e incluso pueden llegar a retirar el afecto y la aprobación porque no se comportó de manera esperada. Cuando esto sucede, el niño considera que el cariño de los adultos es condicional y este tipo de condicionamientos van generando que el niño se comporte de determinada manera en contra de su voluntad pero por miedo a perder el cariño o el amor de esas personas. La relación padres e hijo(a) debería permitirle desarrollar un sentido de identidad y creencia en su propia valía personal donde el amor no se condiciona a hacer solo lo correcto.

¿En qué momento se puede decir que la timidez se vuelve problemática? Ésta comienza a convertirse en un problema cuando se vuelve una fobia social cuyo rasgo esencial es un miedo persistente, irracional y un deseo compulsivo de evitar situaciones en las que el niño puede sentirse expuesto ante otras personas. También presenta miedo a comportarse de una manera que resulte humillante o embarazosa. La timidez es una actitud mental que predispone al  niño a estar extremadamente preocupado por la evaluación social que los demás puedan hacer sobre él o ella (el qué dirán). Genera aguda sensibilidad a cualquier tipo de rechazo por lo que puede buscar evitar situaciones donde pueda sentirse expuesto a la crítica o ser visto por muchas personas.

Los miedos experimentados por las personas tímidas son los siguientes:

  • Miedo a ser evaluado negativamente por las personas con las que se está.
  • Miedo al fracaso a la hora de responder en situaciones sociales (no saber qué decir, hacer, etc.)
  • Miedo a ser rechazado por alguien que les agrada.
  • Miedo a la intimidad (que me conozcan quién es, cuáles son sus gustos, sentimientos, formas de pensar, etc.)

Los niños que experimentan esta fobia social presentan manifestaciones físicas tales como ruborizaciones, malestar estomacal, aceleración del corazón, sudoración, adrenalina, etc. Pueden reportar sentirse realmente mal físicamente en determinados contextos.  Mentalmente tiene pensamientos y sensaciones desagradables ya que hay un grado excesivo de conciencia de sí mismo y un exceso de preocupación por sentir que está manejando mal la situación y la evaluación que pueden hacer los demás de él o ella. Como adultos puede resultar difícil comprender que un niño pueda experimentar este tipo de reacciones o tener estos pensamientos. Una reacción habitual del adulto puede ser minimizar estos síntomas o incluso ignorarlos. Cuando esto sucede no solo se pueden agravar los síntomas, sino que el niño se puede sentir desacreditado y con la sensación de que no es válido lo que él cree o siente.

Algunas consecuencias de la timidez en los niños pueden ser las siguientes:

  • Los niños tímidos no suelen preguntar en clase o pedir ayuda en la escuela cuando la necesitan, lo que puede repercutir en su desempeño.
  • Pueden tener dificultad para conocer gente nueva lo cual hace que se les dificulte tener amigos.
  • Tienen una excesiva conciencia de sí mismo
  • Tener síntomas de depresión y/o ansiedad.
  • Experimentar soledad
  • Tener baja autoestima
  • Tienden a guardar sus emociones, pueden llegar a reprimir su ira hasta que llega a estallar (usualmente presentando una conducta violenta)
  • Se les puede etiquetar erróneamente (ej. es frío, es antisocial, es arrogante, no es confiable, etc)
  • Depende más de otras personas

Si identificamos que el niño puede estar sintiéndose incómodo en situaciones sociales, o si detectamos que presenta los malestares físicos mencionados anteriormente, podemos ayudarles como adultos modelando conductas sociales adecuadas, podemos facilitarle ocasiones donde practicar la socialización (sin forzarlo), proporcionándole una retroalimentación constructiva y no amenazante así como recompensar sus intentos por interactuar con otros.  Para conseguir que los niños hagan cualquier cosa la clave es primero hacerla con ellos. Es importante acercarlos a actividades realistas de acuerdo a su edad y que requieren práctica.

Un niño tímido suele depender mucho de otros, la clave es trabajar en la formación de su independencia. Por ejemplo, actividades con las cuales pueden ejercitarla son hacer su cama, recoger sus juguetes, elegir qué ropa ponerse, asearse, preparar su desayuno, etc. Conforme crecen, aproximadamente a partir de los 10 años, son capaces de hacer sus propias citas (por ej. llamar al dentista, al doctor, etc.), ordenar algo por teléfono (ej. comida), comprar algo en la tienda, disculparse por no asistir a un evento, etc.

Si a pesar de estos intentos reconocemos que le cuesta mucho trabajo al niño realizar este tipo de actividades, sus malestares físicos persisten o incrementan se sugiere entonces buscar apoyo con un psicoterapeuta infantil. También se sugiere una revisión médica con su pediatra para asegurarse que todo marcha bien. Es muy importante recordar que cada niño es distinto, cada uno tiene su propio ritmo y personalidad (aunque vivan en la misma familia) y como adultos toca ser pacientes, comprensivos y apoyarles en las conductas que les cuesta trabajo.

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