Borbolla Hano (en Vázquez Mota, 2015) habla del vacío de la abundancia lo cual es darle poco valor a lo que se tiene y mucho a aquello que se desea y aún no se tiene. Sin embargo al momento de obtenerlo, la ilusión y el gusto dura poco, se olvida rápidamente y se desea algo más acumulando así un sin fin de cosas sin estar satisfecho nunca. Esto no solo le sucede a los niños, jóvenes y adultos son presas de este vacío también. El capitalismo ha gestado en la humanidad una cultura de consumismo donde se valora el tener antes que el hacer o el ser, donde cada mes se promocionan modelos de celulares nuevos, ropa, calzado, juguetes, tablets y un sin fin de cosas que prometen ser mejores que las anteriores (aunque éstas hayan salido al mercado tres meses antes).

La sobre oferta y exceso de juguetes por ejemplo que pueden tener hoy los niños, en vez de estimular su imaginación los confunden, ya que les es más difícil concentrarse en un solo juguete, imaginar, fantasear con él si tienen frente a ellos múltiples opciones. Además deben invertir mucha energía para elegir qué quieren sin quedar suficientemente satisfechos con su elección ya que se genera la sensación de que pudieron haber escogido el otro y ese hubiera estado mejor.

Los niños hoy tienen que elegir entre un montón de opciones, obligándolos a renunciar a todo lo que no escogieron. Esta renuncia genera un sentimiento de malestar mayor que el placer de lo que sí eligieron, por lo tanto no están satisfechos nunca. La cultura mexicana por lo menos, tampoco ha creado suficientes espacios de esparcimiento donde la familia pueda divertirse el fin de semana, lugares seguros para pasear, actividades lúdicas, educativas, culturales a las cuales asistir. La mayoría de las familias encuentra esparcimiento solo en los centros comerciales, donde además de ir tal vez a comer, solo se dedican a dar vueltas expuestos a una cantidad de cosas que no necesitan y sucumbiendo a la tentación de comprar algo que es innecesario.

Es común que los niños se vean expuestos a un medio social donde las comparaciones están a la orden del día. Los niños se juzgan entre sí de acuerdo a lo que tienen o usan. Cuántas veces no se ha visto que un grupo de niñas o niños se ven casi uniformados por buscar tener el mismo tipo de zapato, pantalón, peinado, accesorio, etc. Dependiendo del estrato social el costo de la marca preferida en ocasiones sale del presupuesto familiar y genera deuda al adquirirla por evitar quedar fuera de onda o excluido del grupo.  El problema es cultivar en los niños la creencia de que para ser hay que tener determinada cosa. En ocasiones esto se lleva a cabo de manera inconsciente y al momento de querer cambiar este patrón reduciendo el consumo y buscando generar una cultura de austeridad en casa, los niños interpretan esto como que sus padres se han vuelto tacaños o que se va a perder el estatus obtenido dentro del grupo social al que pertenecen.

La sobre estimulación está además en todas partes. Los alimentos deben estar atractivos y con mil ingredientes (recordarán una bebida tipo malteada que prometía asemejarse a un unicornio y se agotó en cuestión de horas), los deportes son extremos, la adrenalina y los excesos son buscados para generar algún tipo de sensación en personas entumidas entre tanta alternativa. Aunado a esto la cultura de la prisa y lo instantáneo está a la orden del día. La vida moderna arrastra en su ola veloz impidiendo muchas veces tener la oportunidad de pensar dos veces antes de actuar (llámese hacer, comprar, pedir, vender, comer, aceptar algo, etc.). Esto dificulta en gran medida que los niños y jóvenes se puedan detener a reflexionar.

La modernidad no es mala, lo que debe evitarse es que se apodere de los niños y genere poca conciencia en ellos y una falta de valores. Hay que hacer las cosas bien, con tiempo, cuidando a la persona en todas sus dimensiones. Educar a los niños en valores y la importancia de ser quienes son independientemente de lo que tengan. Ayudarles a reflexionar sobre el uso, cuidado y valor de las cosas y evitar caer en el frenesí consumista tratando de cumplir una expectativa impuesta socialmente. Hay que distinguir entre lo urgente y lo importante, entender que la rapidez no es sinónimo de eficacia y recordar que lo único que se deja en este mundo después de morir es lo que se hizo y el impacto que se tuvo en las demás personas y el entorno.

Imagen:  <a href=»https://www.freepik.es/fotos-vectores-gratis/camara»>Foto de cámara creado por freepik – www.freepik.es</a>