Los niños en la niñez temprana suelen tener una disminución de apetito (y es normal). Posiblemente los padres puedan sentirse angustiados porque no quiere comer, o solo quiere comer determinado alimento. Otros niños juegan con la comida sin consumir bocado y comienzan las batallas campales en el comedor con frases como “no te levantas hasta que te lo termines”, “tantos niños sin comer y tu desperdiciando tanta comida”, “si no te lo terminas vas a cenártelo”, etc.
En cuanto a la hora de dormir pueden surgir situaciones como querer un vaso con agua, pedir la luz prendida, solicitar la presencia de mamá o papá para cualquier buen pretexto que venga a la mente del niño. En estos casos muchos padres suelen desesperarse porque el niño no se duerme y cuando esto sucede noche tras noche la tensión va en incremento. A continuación se presentan una serie de recomendaciones y sugerencias para ambos escenarios que pueden ayudar a mejorar la conducta del niño y por ende la relación con sus padres:
En relación a los alimentos para los niños en edad preescolar:
Hay que servirles alimentos simples, que puedan identificar fácilmente. Aquellos complejos o de texturas elaboradas suelen ser rechazados por los niños. Entre más se puedan tomar con las manos los alimentos, más atractivos serán para ellos. Cuando son alimentos nuevos (o aquellos que no les agradan mucho), es de gran utilidad ofrecerles pequeñas porciones. Si solicitan más después de terminarlo, entonces se les puede ofrecer más pero hay que evitar que se sientan presionados a comer una porción grande de un alimento que no hayan probado antes o que no sea de su agrado.
Sirve mucho ofrecerle al niño por lo menos una alternativa extra al alimento (que contenga nutrientes semejantes). Por ejemplo, si ha de comer fruta, puede escoger entre manzana o pera. Si va a comer pan, pueda elegir entre el tipo de pan, etc. Hay que recordar que el estómago de los niños es más pequeño que el de los adultos, por lo que es importante cuidar las porciones. Se puede llevar un registro de lo que comen y asegurarse que no se les está pidiendo comer más de lo que se recomienda para su edad.
No hay cosa más terrible que dejar el plato intacto toda la tarde con el niño castigado frente a él. Si después de un tiempo razonable no come. Simplemente hay que retirar el plato y ofrecerle alimento hasta la siguiente comida. Si se le obliga a pasar toda la tarde frente la comida fría, asociará la hora de comer con emociones negativas. Las emociones están directamente relacionadas con los alimentos por lo que en ambientes tensos, de discusión y o agresión, muy posiblemente el niño evitará comer. Hay que procurar hacer las horas de comida lo más placenteras posibles, platicando sobre temas de interés, sin centrar la atención a cada bocado que presta (o no) el niño.
En la medida de lo posible, sirve involucrar al niño en la preparación de algunos alimentos (ej. untar el pan con mermelada, colocar galletas en el plato, etc.). Entre más agradable sea el tiempo con el adulto en estas tareas, más emociones positivas irá asociando con la comida. Hay que evitar poner un orden específico a la ingesta de alimentos ya que en edad preescolar es importante que el niño explore y pruebe (ej. evitar el decirle que se coma primero todo el arroz y después el puré, por ejemplo). También para hacer más atractiva la hora de la comida, existe mucha variedad de platos, tazones, cucharitas, vasos etc. con motivos infantiles. Si se le presenta al niño el alimento de forma atractiva será más fácil atraer su atención. Aquellos padres que gustan y disfrutan de elaborar detalladamente los alimentos decorandolos como personajes de caricatura, animalitos, etc. pueden aprovechar esta facilidad para hacer aún más atractiva la comida para el niño.
En relación con el sueño:
Los niños que cuentan con una rutina para dormir suelen conciliar el sueño con mayor facilidad. Si aún no cuentan con ella, pueden definir la hora en la que debe ir a la cama (no es lo mismo ir a la cama que quedarse dormido). El momento de ir a la cama es aquel en donde se va preparando al pequeño para eventualmente conciliar el sueño. Debe ser una rutina que incluya ir reduciendo el ruido, apagando aparatos electrónicos, asearse, ponerse pijama (habiendo ya cenado). En ese rato pueden leer con el adulto un cuento, platicar sobre su día o simplemente acurrucarse. Lo esencial es que el niño se vaya tranquilizando poco a poco, relajándose hasta quedarse dormido.
Es muy importante que antes de irse a la cama, se evite que los niños estén haciendo deporte o actividad física que los tenga agitados. Tampoco se recomienda que los niños tomen largas siestas durante la tarde ya que esto interfiere con su rutina de sueño. Resulta necesario monitorear qué ven en la televisión y evitar programas que contengan violencia o contenido que pueda asustarles. Aunque los niños pidan otro cuento, otro vaso más con agua, etc. amorosamente se les puede decir que es hora de dormir y reconfortarlos para no ceder ante el interminable pliego petitorio que generan.
Algunos niños se sienten más seguros por la noche si cuentan con una pequeña luz de noche en su cuarto. Actualmente existen algunos peluches que cuentan con música y luz integrada, mismos que los niños pueden abrazar y encender o apagar a voluntad. Por otra parte, la hora elegida para mandar al niño a la cama debe ser razonable, ni tan temprano que ocasione problemas, ni tan tarde que interfiera con las horas de sueño que requiere para descansar adecuadamente.
Si una vez dormido el niño, presenta pesadillas, tranquilícelo y puede ir a verlo ocasionalmente por la noche. Si persisten las pesadillas por un periodo aproximado a mes y medio vale la pena llevarlo a revisión con su pediatra e incluso con algún terapeuta infantil para investigar qué puede estar sucediendo. Si el niño presenta terrores nocturnos no lo despierte. Si se despierta simplemente deje que vuelva a dormirse. A diferencia de las pesadillas que ocurren durante la fase de sueño profundo y se puede decir que el niño sueña, el terror nocturno ocurre en la transición de una fase de sueño a otra y lo hace de manera abrupta ocasionando una reacción de miedo.
Si el niño es sonámbulo, simplemente cárguelo y regréselo a su cama. Busque tener protecciones en su casa como rejas de seguridad al pie de las escaleras, cierres de seguridad en las ventanas y evitar tener objetos regados en el piso con los cuales el niño pueda tropezar.
Los niños que presentan dificultades para comer o dormir eventualmente las superarán, algunos de los consejos antes mencionados tienen como finalidad apoyar a los padres en esta fase con la intención de hacerla lo más llevadera posible.
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