La tecnología ha venido a suplir muchas funciones de la memoria que antes eran responsabilidad de nuestro cerebro o de la disciplina que hubiéramos desarrollado para guardar en un lugar seguro la libreta donde teníamos apuntada información importante. Antes dependía de nosotros el poder recordar el número de teléfono de nuestro amigo para poder invitarlo a jugar o simplemente, tener presente información necesaria para poder navegar en nuestro entorno.

Si bien la tecnología ha venido a facilitar mucho la vida proporcionando herramientas antes inimaginables como por ejemplo, poder almacenar cientos de números telefónicos en un aparato y acceder a ellos en segundos, también ha hecho que depositemos esta responsabilidad en los aparatos, situación que puede meternos en serios problemas si llegan a fallar o se extravían.

Los niños y jóvenes tienen un cerebro en desarrollo, el cual constantemente está elaborando conexiones nuevas y cuya memoria necesita ejercitarse. Diversos autores se refieren a la memoria como un músculo ya que entre más se ejercita más se fortalece. Esto es cierto ya que cuando queremos recordar algo, este recuerdo se asocia con conocimiento previo o con experiencias pasadas y se vincula por medio de un sentimiento, un olor, una imagen o una idea. Entre más conocimientos o experiencias tengamos, o incluso más vocabulario, más fácil será que nuestro cerebro pueda vincular las nuevas experiencias con otras preexistentes y así favorecer que recordemos mejor. Cuando esto no es así, es necesaria la repetición para generar este nuevo cableado dentro de nuestro cerebro al cual podremos en un futuro, vincularle nuevas experiencias.

Siegel, D. menciona la existencia de dos tipos de memoria:

  • Memoria implícita: la cual es la memoria que te permite hacer algo sin saber que estás recordándolo. Por ejemplo, poder manejar, andar en bicicleta, etc.
  • Memoria explícita: Es la capacidad para recordar el momento en que aprendiste algo. Este tipo de memoria es la que más se trabaja en ambientes escolares donde el niño debe poder recordar la ubicación geográfica de un país, un hecho histórico, una fórmula de física, etc.

Por otro lado existe la memoria a corto plazo la cual permite recordar información unos segundos para luego olvidar. Por ejemplo cuando tomamos dictado y retenemos la frase unos segundos antes de escribirla, o cuando recordamos instrucciones para llegar a un lugar después de que nos explicaron cómo hacerlo.  La memoria a largo plazo es aquella que nos ayuda a recordar información después de más tiempo e involucra recordar datos biográficos, memorias del pasado, las tablas de multiplicar, conocimientos teóricos que se comprendieron y ejercitaron, entre otros.

Los niños y jóvenes en edad escolar presentan la necesidad de ejercitar su memoria y recordar datos, fechas, pendientes, teoría, etc. Hay factores que influyen en que este proceso de memoria pueda funcionar adecuadamente (o no). Existen tres pasos clave  para poder memorizar[1]:

  1. Adquisición: Para poder recordar algo, tenemos que primero ponerle atención y hacerlo consciente por medio de nuestros sentidos.
  2. Almacenamiento: Involucra las conexiones que generamos de este nuevo contenido con conocimientos o experiencias previas que nos permiten acomodar el recuerdo un archivo determinado.
  3. Recuerdo o evocación: Resulta posible únicamente si se llevaron a cabo los dos pasos anteriores. Si no puse atención y/o no hice una conexión con otro recuerdo que me ayude a acomodarlo, será prácticamente imposible recordarlo posteriormente.

Lomelí, P. (2016) enlista varios principios que permiten poder recordar con mayor facilidad[1] mismos que podemos tomar en cuenta al buscar ayudar a los niños y jóvenes en este proceso:

  1. Motivo: La falta de propósito o motivación para aprender puede entorpecer el proceso para memorizar. Todos sabemos que cuando hay interés, el cerebro funciona mejor y aprendemos con mayor rapidez. Es común que niños  y jóvenes se sientan apáticos ante ciertos contenidos escolares. Podemos ayudarles si juntos se encuentra un motivo o razón para llevar a cabo determinada actividad.
  2. Atención: Si no se pone atención y se utilizan los sentidos para poder llevar esos estímulos a nuestro cerebro será prácticamente imposible recordar. No se puede atender a algo si estamos en dos o más cosas a la vez[2]. Si se quiere memorizar algo se necesita prestarle completa atención.
  3. Importancia: Se relaciona directamente con el interés y la motivación. Cuando lo que hay que recordar impacta o influye directamente en nuestra vida, si tiene alguna consecuencia o beneficio resultará mucho más fácil prestarle atención y recordarlo posteriormente.
  4. Organización: Al igual que resulta imposible encontrar un papel importante si no supimos en qué carpeta lo guardamos, lo mismo pasa con los recuerdos. Si el contenido que se quiere recordar no se vincula con un contenido preexistente o, en caso de no contar con uno, se repite y repite hasta generar un archivo nuevo para ese recuerdo, será muy complicado traer a memoria esa información en particular.
  5. Visualización: cuando asociamos texto con imagen nos ayuda a recordarlo mejor. Por ejemplo el querer recordar una fecha histórica como la independencia de México puede ayudar elaborando un dibujo de la fecha del evento decorado con colores patrios.
  6. Emoción: Las emociones juegan un papel muy importante en la memoria. Eventos traumáticos o estresantes pueden generar huellas imborrables en nuestro recuerdo gracias a la adrenalina segregada por nuestro organismo al momento de la crisis. Es por ello que podemos recordar dónde estábamos o qué teníamos puesto por ejemplo, al momento del accidente que tuvimos. Por otro lado y esto resulta muy común en niños y jóvenes, cuando no se sienten bien en su entorno, por ejemplo, dentro del aula, se encuentran en un estado de alerta buscando salvaguardar su integridad y emociones. La prioridad que el cerebro tiene será protegerlo de los estímulos que él percibe como aversivos en su ambiente (por ejemplo la maestra que no le cae bien, los niños que lo molestan, la materia en la cual se siente incapaz, etc.). Por lo tanto su atención y energía se enfocarán en esta tarea y no en prestar atención al Tratado de Versalles que está explicando la maestra.

Aunado a los puntos ya mencionados cabe señalar la importancia que tiene que los niños y jóvenes duerman las horas necesarias de acuerdo a su edad, se alimenten adecuadamente y cuenten con rutinas y orden para llevar a cabo sus actividades cotidianas. En relación al estudio por ejemplo, por supuesto facilitará el recuerdo el hecho de que el estudiante asista a clases, tome notas, lleve un orden en sus apuntes y los tenga completos. También al momento de estudiar para un examen elabore un repaso o guía de estudio, cuente con tiempo suficiente para estudiar y lo haga en un lugar adecuado con la luz, temperatura y mobiliario que facilite su aprendizaje siendo necesario también buscar el eliminar los distractores al mínimo. Factores ambientales, emocionales, la misma salud del chico influyen en este proceso.  Si se toman en cuenta estas consideraciones, los niños y jóvenes tendrán mayor posibilidad de éxito para recordar o memorizar aquello que deseen retener a largo plazo.

 

Referencias:

Lomeli, P. (2016). Super Memoria. Palabras, números, nombres, textos, discursos y otros sistemas. Edición Kindle: https://leer.amazon.com.mx/?asin=B016ZHPXAS

Siegel, D.J, Payne, T. El cerebro del niño 12 estrategias revolucionarias para cultivar la mente en desarrollo de tu hijo. Editorial ALBA. Versión Kindle: https://leer.amazon.com.mx/?asin=B00841YEE0

Imagen: <a href=»https://www.freepik.es/fotos/ninos»>Foto de Niños creado por freepik – www.freepik.es</a>