Es de conocimiento popular que los niños al llegar a los dos años de edad pueden presentar comportamientos más disruptivos, sentirse más alterados y en general, se dificulta la interacción con ellos. De hecho a esta etapa se le ha denominado La Primera Adolescencia. Empieza a querer ser más independiente y a manifestar sus gustos y preferencias.
Es importante recalcar que el niño no se comporta así para rebelarse ante los padres, sino más bien para autoafirmarse y conocer sus propios límites. Empieza a decir no, se rehúsa a ser ayudado ya que quiere hacer las cosas solo, puede soltarse llorando sin motivo, hace berrinches, puede ya no gustarle lo que antes sí, empieza desafiar la autoridad de sus padres, no quiere prestar sus cosas, etc.
Algunas recomendaciones para superar esta etapa y como adulto no perder la cabeza son las siguientes:
Evitar el castigo físico: Se puede ser firme en los límites sin tener que recurrir a la nalgada o manazo. El niño comienza a explorar y a medir los límites, no lo hace con mala intención. Si se le castiga físicamente puede repercutir emocionalmente en la vida del niño.
Ofrecer alternativas: El niño va a querer decidir qué hacer, se le puede ofrecer alternativas dentro de un rango razonable para que pueda cumplir con la actividad y tenga la sensación de haber decidido. Por ejemplo si se tiene que vestir, se le puede dar a elegir entre dos opciones de ropa para que escoja. La tarea es vestirse, pero así reducirá la tensión al no sentirse impuesto por el adulto.
Ser flexible: Como dicen por ahí, hay que escoger las batallas. Entre mayor flexibilidad se tenga dentro del día aprendiendo cuáles son los ritmos del niño, lo que le gusta y lo que no, si se conoce al niño y se cuenta con esta flexibilidad, se reducirá la resistencia del pequeño.
Ser consistente: si algo no se puede o debe hacer, ser firme cada una de las veces que aparezca la conducta. Si se cede después de un berrinche, se empoderará al niño y sabrá que eventualmente el adulto cederá incrementando además la intensidad de los berrinches.
Al tener que terminar una actividad: Si no es totalmente necesario, favorece permitirle al niño realizarla hasta que naturalmente su atención se centre en otra cosa. Si es necesario terminarla, ayuda mucho dar una advertencia para que el niño se vaya preparando y así evitar cortar abruptamente lo que hace ya que se puede desatar una rabieta. Se le puede decir por ejemplo: “Una vez que termine tu caricatura hay que ir a dormir”. Así el niño sabrá qué sigue después de su caricatura y evitará resistirse a ir a la cama.
Sugerir actividades alternativas: Si el niño está haciendo algo que puede ponerlo en riesgo o es inadecuado, se puede distraerlo y sugerir una actividad alternativa para enfocarlo en otra cosa y evitar que haga una rabieta por quitarlo de dicha conducta.
Evitar órdenes e imposiciones: Al dar una indicación al niño, utilizar sonrisas, abrazos, invitarlo a hacer las cosas amorosamente demostrándole cariño. Reaccionará de una forma mucho más favorable que si se le amenaza o restringe.
Hay que recordarle al niño qué se espera de su comportamiento: Por ejemplo, si saldrán a la calle recordarle antes de salir que no se le comprará nada, que solo irán a hacer la compra de la semana y que es necesario que le tome de la mano siempre.
Hay que esperar unos minutos después de solicitar algo antes de volver a hacerlo: Los ritmos de los niños son distintos, algunos tardan un poco más en reaccionar. Hay que evitar bombardearlos de solicitudes, darles tiempo razonable para cumplirlas antes de volver a solicitarlo si es necesario.
Si hay conflicto hacer una pausa: Si empieza una rabieta o hay resistencia, hacer una pausa, alejarse o dejar al niño solo o retirarlo de la situación. Usualmente esto ayuda a terminar el conflicto sin necesidad de regaños.
El hacer algo cuesta más que el no hacerlo: Es decir a los niños les cuesta más cumplir con algo que deben a hacer que el abstenerse de hacer algo. Por ejemplo el tener que levantar sus juguetes cuesta más trabajo que el cumplir con no sacarlos de la caja en este momento.
Habrá menos autocontrol si hay estrés: Si el ambiente que rodea al niño es más estresante de lo habitual (mudanza, divorcio, nacimiento de un nuevo hermano, cambio de escuela, etc.), las alteraciones del comportamiento pueden presentarse de manera más frecuente o intensa. Es parte del proceso de adaptación.
Procurar un ambiente cálido y amoroso: En la medida que el niño se sienta querido y bien recibido por los adultos a su cargo, presentará menos resistencias.
Como todo, este periodo de crecimiento en los niños es una etapa y también pasará. Hay que recordar que de ninguna manera el niño actúa con mala intención o con el afán de molestar deliberadamente a alguien. Está conociéndose y conociendo el mundo, entre más comprensivo se pueda ser marcando límites de manera amorosa, se ayudará a reafirmar al niño y a construir su autoestima para continuar en su proceso de desarrollo.
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