Hoy más que nunca resulta de suma importancia que los niños desde temprana edad aprendan a relacionarse de manera adecuada con los demás y puedan resolver problemas de manera asertiva y respetuosa. La inteligencia emocional y la capacidad para resolver problemas son herramientas esenciales que les permitirán conducirse con éxito por la vida.

Desde las primeras interacciones sociales que tiene el niño va aprendiendo a relacionarse con otros, muchas veces repitiendo las conductas que observa de las personas que se encuentran en su entorno inmediato.[1] El aprender a cooperar y relacionarse exitosamente tiene como base cuatro tipos de habilidades que para algunos niños se les da naturalmente mientras que otros tendrán de manera consciente que practicar para desarrollarlas:[2]

  1. Llevarse bien al mismo tiempo con adultos y con iguales: estos niños pueden balancear muy bien el cumplir con lo que los adultos le solicitan y resuelve las tareas de manera eficaz siendo reconocido por ello a la par que se muestran solidarios con sus compañeros y ocupan un lugar positivo dentro del grupo.
  2. Colaborar en intercambiar el control y el poder en la relación: estos niños tienen la capacidad de elegir amigos que les permiten intercambiar el control y el poder en la interacción, siendo en ocasiones líderes y en otras seguidores. Esto les permite fluir en el intercambio de actividades sin querer ejercer un control excesivo o tomar siempre una actitud pasiva o sumisa, situaciones que generalmente les ocasionan problemas de relación a las personas.
  3. Poder aceptar y tener simpatía por los demás: El poder empatizar, reconocer y aceptar a los demás ayuda en gran medida a que los otros respondan de la misma forma hacia uno. Los niños que tratan a sus compañeros de manera cordial, los animan y apoyan no solo reciben el mismo tipo de trato sino que se sienten bien, aceptados y acogidos por el grupo y tienen menos dificultades de relación.
  4. Saber cuándo sí y cuándo no tener la atención y ser protagonistas en las interacciones: Los niños que comprenden que pueden en cierto momento ser protagonistas y en otros no estar al frente de la situación sin angustiarse por ello pueden fluir mucho más en las relaciones interpersonales. Los niños observadores y menos impulsivos tienen mayor éxito en lograr integrarse a un grupo.

Trabajar conscientemente con los niños para que puedan practicar y desarrollar estos estilos de interacción les ayudará enormemente a relacionarse de manera positiva con las personas en su entorno. La cooperación comienza desde casa con tareas como:

  • Cumplir con sus responsabilidades de acuerdo a su rol en la familia y su edad (ej. tender su cama, levantar su plato después de comer, dar de comer a la mascota, etc.).
  • Saber esperar su turno.
  • Observar qué se necesita y ofrecer ayuda a la otra persona cuando sea necesario.
  • Conocer qué otras actividades tienen el resto de sus familiares para organizarse en tiempos y comprender que deberá solicitar, pedir permiso, esperar, postergar, etc. según requiera porque hay otros que también requieren algo al igual que él.
  • Enseñarlos a compartir (sus juguetes, su tiempo, sus espacios, sus cosas, etc.)
  • Involucrarlos en actividades de grupo donde ejerciten el trabajo en equipo (ej. deporte, arte, misiones, servicio social, voluntariado, etc.).

Para trabajar el respeto desde casa se pueden llevar a cabo actividades como:

  • Enseñarles a esperar su turno.
  • Pedir permiso antes de tomar lo que le pertenece a otro.
  • Evitar discursos en casa donde se minimice, critique, se transmitan mensajes de odio o rechazo a otras personas, culturas, razas, minorías, etc.
  • Como familia evitar fomentar la discriminación en cualquier forma.
  • Enseñarles a los niños a decir no y establecer límites, así como respetar los límites de los demás.
  • Dialogar mucho con los niños sobre cómo lo que hacen o dejan de hacer repercute de una u otra forma en los demás (ej. salir tarde de casa para ir a la escuela, haber dejado la cocina limpia para la mañana siguiente, etc.)
  • Fomentar el consumo responsable, la separación de residuos y el reciclaje.

Como adultos tenemos la responsabilidad de guiar el comportamiento de niños y jóvenes para ayudarles a desarrollar y practicar habilidades que les permitan cooperar y fomenten el respeto mutuo. Nuestra congruencia y constancia en esto nos permitirá criar adultos responsables y conscientes de su entorno quienes podrán incidir de manera positiva en la sociedad.

 

Referencias: Díaz-Aguado, M. (2006). Del acoso escolar a la cooperación en las aulas. Pearson, Prentice Hall: España.

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