Hace muchos años, en un reino del Viejo Mundo, existió un rey llamado Enrique, él tenía doce preciosas hijas, quienes guardaban un gran secreto, pues todas las mañanas sus zapatillas estaban desgastadas y nadie sabía la razón.

Desesperado, el rey mandó pregonar en todo el reino que daría a una de sus hijas por esposa y además nombraría heredero del trono a quien descubriera el gran secreto que sus hijas guardaban. Pero al mismo tiempo hizo saber que castigaría con el destierro a quien en su intento, tardara más de tres días en descubrirlo.

Como era de esperarse, muchos jóvenes se dispusieron a realizar la empresa y no lo consiguieron. Sin embargo, un joven soldado llamado Joel, regresaba de una batalla y al atravesar el bosque, escuchó el pregón y se dirigió hacia el castillo. En el camino se topó con una anciana llamada Olga, quien le dijo:

—¿Podrías ayudarme?—, y Joel le brindó ayuda.

Olga le preguntó al joven hacia dónde se dirigía y cuando supo las intenciones del soldado, le dijo que podría pagarle el favor que le había hecho: le regaló una capa mágica que le permitía volverse invisible. También le dio un consejo: “No tomes el vino que una de las princesas te ofrecerá y finge que duermes, antes que se aleje de tu lado.”

Joel siguió los consejos de la anciana y descubrió que por las noches las doce princesas se levantaban y se vestían con las mejores galas. Las princesas tenían un pasadizo debajo de una de las camas y por él salían todas las noches a bailar con doce príncipes en un castillo bajo tierra. Una vez que descubrieron el secreto, el rey le preguntó a Joel:

—¿Con quién te quieres casar? —Y Joel eligió a Nora.

Poco después, el matrimonio se celebró y se convirtió en el heredero de la corona real viviendo felices para siempre…

 

Hermanos Grimm