Necesitamos proveer a los niños de estructura y predictibilidad en sus vidas y ésta debe ser establecida por nosotros los padres contemplando tanto las necesidades de los niños como las nuestras para poder llevarlas a cabo. Hacer esto ayuda a reducir el estrés en ellos y les permite sentirse seguros y evitar malos comportamientos.

Entre más claras sean las reglas menor es la posibilidad de que éstas sean transgredidas, sin embargo, podemos correr el riesgo de pensar que estamos siendo muy claros al momento de marcar un límite pero en realidad estamos enviando muchos mensajes mixtos a nuestros hijos.  Establecer y crear límites apropiados son algunos de los aspectos más difíciles de la paternidad.

Los niños son muy hábiles para percibir nuestra inconsistencia o incongruencia, especialmente cuando está enraizada en el miedo de creer que no nos van a querer o que estamos actuando de forma egoísta. Es por ello que en ocasiones cuesta tanto ser consistente. Si les dije a mis hijos que la hora de ir a la cama es a las 8:30 pero me ruegan y me dicen que les deje ir a dormir más tarde, que soy la única mamá que hace eso, que yo no pienso en lo que ellos quieren, etc., etc., etc. (¿suena familiar?), puedo llegar a titubear respecto a mi regla ya que no quiero que mis hijos se enojen conmigo o me da culpa y comienzo a pensar si en verdad estaré siendo justa.

Debemos tener bien claro dónde trazamos la línea. La mayoría de las veces ni siquiera somos conscientes de la verdadera razón de los límites que creamos. Muchas veces se hace por las reacciones al momento presente, en función de cuán cansados ​​o ansiosos estamos. Si establezco una nueva regla en base a mi sentir en ese momento, muy posiblemente terminaré no respetándola una vez que esa emoción pase.

Nos enojamos con nuestros hijos cuando nos presionan al portarse mal porque nos obligan a enfrentar nuestra falta de voluntad para defender lo que creemos que es «correcto». Algo que enfatiza Tsabary, S. (2016) es que cada límite que establezcamos con nuestros hijos debe tener como meta principal contribuir a su desarrollo óptimo. Por lo tanto no debemos establecer un límite únicamente para nuestra comodidad o conveniencia o porque nos sentimos ansiosos.

Si bien tenemos que elaborar reglas para generar una sana convivencia y contribuir al desarrollo de los niños, claro está que no puedo pedirles lo que yo no doy o no tengo. Es decir, no puedo obligar a mi hijo a ser puntual si constantemente le digo que llego por él a determinada hora y termino llegando tarde. No puedo decirle a mi hijo que no sea grosero si me ve comportarme de esa manera con otros conductores o con el vecino. No puedo pedirle honestidad y respeto si me ve ser deshonesto o irrespetuoso con otros.

Los niños aprenden de nuestros propios comportamientos por lo tanto nuestras acciones deben estar sincronizadas con nuestras creencias. Debemos asegurarnos que antes de establecer un límite como no negociable tenemos que tener consciente que aplicará de igual forma para nosotros y debemos estar dispuestos a cumplirlo también.

Tsabary, S. (2016)[1] nos invita a diseñar límites que contribuyan a mejorar la vida de nuestros hijos tales como el respeto a uno mismo, traducido en conductas que implican el auto cuidado físico, el respeto al medio ambiente, incluyendo su ambiente personal (habitación) y su casa, respeto a la mente,  refiriéndose a la educación (formal o informal) como medio para nutrirla y por último el respeto por la familia y la comunidad donde las acciones que se deriven le ayudarán a conectar y contribuir con la sociedad.

Debemos predicar con el ejemplo, entre mejor me conozca a mí mismo y más reconozca lo que me cuesta trabajo eso me permitirá estar más consciente sobre el tipo de límites que establezco (o en su defecto reconocer por qué no pude mantenerlos). La estructura, la predictibilidad y la congruencia ayudarán a los niños a crecer sanos pero para poder implementarla, debo contar yo primero con esos recursos.

 

Referencia: Tsabary, S. (2016). The Awakened Family. How to Raise Empowered, Resilient, and Conscious Children. Penguin Books: United States of America.

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