En ocasiones se desearía un instructivo para entender a los niños o saber qué hacer con ellos o cómo guiarlos. Cada niño y cada familia es distinta, sin embargo existen algunas recomendaciones a seguir para propiciar un clima de crianza lo más cercano posible y que ayude a los niños a desarrollarse plenamente.

  • Hay que permitirles hacer las cosas por sí mismos. Cada niño de acuerdo a su edad y desarrollo puede realizar tareas que aportan a la familia y estimulan su crecimiento. El involucrarlos en actividades les da un sentido de importancia, responsabilidad y logro. Hay que evitar a toda cosa hacer por ellos lo que ya son capaces de hacer. A veces resulta más fácil porque el adulto lo resuelven más rápido o sin equivocaciones. A veces las prisas hacen que se comentan estos errores, sin embargo es de suma importancia que el niño vaya adquiriendo independencia y autonomía de manera gradual. Si se le resuelve todo, si no se le asignan responsabilidades poco a poco se le irá inutilizando al grado de llegar a la adultez dependiendo de sus padres y sin habilidad alguna para resolver problemas, sean estos grandes o pequeños. Aunque la tentación sea mucha, aunque se lleve prisa, hay que permitirle al niño hacer lo que le corresponde. Solo así se formará a una persona independiente y capaz.
  • Es necesario desarrollar en ellos tolerancia a la frustración y aprender a ser pacientes. El mundo es frustrante, la vida es frustrante. Los niños que tienen dificultad en esperar, a quienes se les da todo de manera inmediata y sin esfuerzo están propensos a sufrir mucho conforme crecen. Si bien los padres en ocasiones procuran que el niño no sufra, no haga una rabieta, no se impaciente (aunque con la mejor de las intenciones), le están privando de la oportunidad de conocerse a sí mismo. Los niños se equivocarán, tendrán que rehacer cosas, padecer las consecuencias de decisiones mal tomadas, todo esto les generará aprendizaje. Como adultos toca guiarlos para ayudarles a tomar las mejores decisiones y hacer las cosas de la mejor manera, sin embargo esto no implica resolverles el mundo ni evitar que se lleven uno que otro golpe en la vida. Desde casa debe trabajarse con ellos los tiempos de espera, las recompensas por un trabajo bien hecho, la necesidad de rehacer algo si no se hace bien, tomar turnos, ayudarles a priorizar y asumir consecuencias. La vida lleva su propio ritmo, el que no sabe esperar muy probablemente sufra mucho durante su vida adulta.
  • Permitirles vivir las consecuencias de sus actos. Evidentemente si la conducta de un niño pone en riesgo su integridad física o moral toca que el adulto intervenga para evitar ese peligro. Fuera de ese panorama, los niños tienen que ir experimentando las consecuencias de sus acciones para comprender la diferencia entre el bien y el mal. La palabra consecuencia no solo se refiere en un aspecto negativo o a algo malo que tenga que suceder. Una consecuencia puede ser positiva también, por ejemplo, lograr una buena nota después de haber decidido estudiar para un examen. Todos los días se toman decisiones, desde las más pequeñas como qué calcetines usar, hasta algunas trascendentales conforme se crece como por ejemplo, con quien casarse, si tener hijos o no. El nivel de complejidad de las decisiones incrementa con la edad. Los niños desde pequeños deben ir haciendo elecciones propias de su edad y asumiendo las consecuencias que esas decisiones les generen. Solo así podrán desarrollar capacidad de autocrítica y responsabilidad por sus actos. Si como adultos se busca que no sufran por sus malas decisiones, más adelante serán incapaces de distinguir lo que más les conviene en determinadas situaciones y podrán generar graves problemas para ellos mismos.
  • Establecer reglas en casa y fomentar la disciplina. Es muy necesario para los niños saber qué se permite y qué no en casa y fuera de ella, así como lo que sucederá si no se respetan las reglas establecidas. De nada sirve tener todo un listado de reglas si al momento de romperlas no se aplican las consecuencias. Tampoco se trata de tener un documento con un listado de un millar de cosas que no se puedan hacer ya que no solo será inservible si no que seguramente algo sucederá que no esté escrito en dicha lista. Lo ideal es determinar cuáles son los valores en casa que se quieren formar y dialogarlos y socializarlos con todos los miembros de la familia. Por ende, cualquier comportamiento que atente contra esos valores será considerado como una falta (habrá que revisar la gravedad de la misma). De esta forma se evitará contar con un pergamino enorme de prohibiciones y se podrá dialogar con los niños acerca de las posibles consecuencias de decisiones próximas a tomar para evaluar si son o no convenientes. Lo que es necesario es aplicar las consecuencias de manera clara y consistente cada vez que se comete una falta, de lo contrario las reglas servirán de poco y los adultos perderán autoridad.

La crianza es un trabajo diario, a veces arduo, a veces satisfactorio. Son los adultos los responsables de la crianza y formación de personitas que se convertirán en futuros miembros activos de la sociedad. Lo que hoy se siembre se cosechará con creces.

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