El término resiliencia se ha utilizado con mayor frecuencia en los últimos años en el área de psicología. El término originalmente proviene de la ingeniería el cual la define como la capacidad que tiene un material para retornar a su estado natural después de haber sido sometido a una fuerza externa. En psicología se refiere a la capacidad que tienen los individuos de recuperar su organización psicológica después de haber pasado por una crisis (trauma, tragedia, amenaza, fuente de tensión significativa, problemas serios de salud, etc.).

Cuando se es resiliente no significa que no se sienta dolor y tristeza, dificultad o angustia, lo que caracteriza a estas personas es que aprenden del dolor y la experiencia y lo transforman en crecimiento personal. Se puede crecer psíquica y emocionalmente después de un evento desagradable y confiar en que se tiene la capacidad y fortaleza para salir adelante. La adversidad es parte de la vida y se quisiera evitar que los niños y jóvenes llegaran a sufrir en algún momento, sin embargo esto es inevitable. Los niños en un momento de crisis buscarán en los adultos el modelo a seguir. La postura que éstos adopten en esa situación ayudará o no al niño a resolver emocionalmente ese episodio en su vida.

Resulta muy distinto enfrentar una situación dolorosa desde la postura “esto pasa” a “esto me pasa”. La primera permite comprender que está sucediendo un evento doloroso, se vive desde una sana distancia y se entiende que tiene un propósito. Se es capaz de entender que la adversidad es parte de la vida y que se le puede encontrar sentido al dolor y desde ahí aprender. Por otra parte, quienes se centran en la segunda postura, añaden al dolor sentido una serie de culpas, juicios, inseguridades y lo convierten en sufrimiento, apropiándose de él y haciéndolo más difícil de manejar ya que se dificulta ver más allá del hecho impidiendo el aprendizaje a partir de esa experiencia.

Hay dos tipos de personas, aquellas que enfrentan la adversidad y salen de ella más fortalecidos y más sabios y aquellas otras que toman el papel de víctima, masticando la desgracia de manera constante, año con año, abrazando la depresión, la tristeza y siendo incapaces de dejar el sufrimiento. ¿Qué se le quiere enseñar a los niños? ¿Cómo se busca que enfrenten la vida? Ellos aprenderán a enfrentar el dolor de acuerdo a como lo manejan los adultos a su alrededor.

Algunos factores que ayudan a la persona a desarrollar la resiliencia son los siguientes:

  • Contar con una red de apoyo (amigos y/o familia) que pueda brindar amor y confianza.
  • Confiar en sus propias habilidades y fortalezas y contar con una visión positiva de sí mismo.
  • Tener la capacidad de manejar sus impulsos y sentimientos
  • Poder solucionar problemas
  • Poder comunicar sus sentimientos
  • Tener la capacidad para hacer planes realistas y llevarlos a cabo

En alguna situación de crisis donde haya que acompañar a los niños y ayudarles a generar una actitud resiliente es necesario procurar los siguientes puntos:

  • Generar relaciones significativas con personas importantes para ellos que puedan brindarles apoyo, confianza y amor. Si pueden participar en un grupo de apoyo pueden obtener grandes beneficios al hacerlo.
  • Ayudarlos a enfocarse en aquello que sí pueden controlar en vez de aquello que no se puede modificar.
  • Hacerles ver que esa situación es temporal y aunque no sea muy claro en ese momento, trabajar con ellos en visualizar la mejoría de dicha situación en un futuro.
  • Ayudar a los niños a tomar decisiones en vez de que se queden en la incertidumbre o atrapados en la angustia.
  • Alentarlos a confiar en sus habilidades y fortalezas, idear con ellos cómo poder hacer uso de ellas.
  • Ayudar a redimensionar la crisis. Evitar las exageraciones, los pensamientos catastróficos y sobredimensionar. Apoyar a los niños a darle la justa dimensión a la situación.
  • No perder la esperanza y ayudar a los niños a centrarse en las cosas buenas que sí tienen.

Las crisis son parte de la vida, la manera en cómo los niños aprendan a  enfrentarlas, a manejar el dolor, la angustia y el miedo entre otras cosas, dependerá de los recursos con los que cuenten y el apoyo de los adultos a su alrededor. El adulto tiene un papel importante en este proceso ya que le toca guiar y modelar los comportamientos deseados. Ser resiliente no es no experimentar dolor o tristeza, sino saber darle su justa dimensión y poder aprender de la experiencia.

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